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La diversidad biológica está en serio peligro

Cuando la mayoría de las personas piensan en los peligros que acechan al mundo natural, en general evocan la amenaza a otras criaturas. La disminución en el número de animales tan carismáticos (pandas, tigres, elefantes, ballenas y diversas especies de aves) ha atraído la atención mundial hacia el problema de las especies en peligro de extinción. Hay algunas que han estado desapareciendo a un ritmo entre 50 y 100 veces superior al ritmo natural, y se prevé que esto se intensifique dramáticamente. Sobre la base de las tendencias actuales, una cantidad estimada en 34 mil plantas y más de 5 mil especies animales (incluyendo una de cada ocho especies de aves del mundo) estarían en peligro de extinción.

Durante miles de años logramos una gran variedad de plantas y animales importantes domesticados para la alimentación. Pero este tesoro se está reduciendo pues la agricultura comercial moderna se centra en pocas variedades de cultivo. Y alrededor del 30 por ciento de las razas de las principales especies animales de granja se encuentran actualmente en alto riesgo de extinción. Si bien la pérdida de especies llama nuestra atención, la amenaza más grave a la diversidad biológica es la fragmentación, degradación y la pérdida directa de los bosques, humedales, arrecifes de coral y otros ecosistemas.

Los bosques albergan gran parte de la diversidad biológica conocida en la Tierra, pero cerca del 45 por ciento de los bosques originales han desaparecido por las talas realizadas principalmente durante el siglo pasado. Pese a que ha habido cierta repoblación, los bosques de todo el mundo se siguen reduciendo rápidamente, especialmente en los trópicos. Aproximadamente el 10 por ciento de los arrecifes de coral –uno de los ecosistemas más ricos– han sido destruidos, y una tercera parte de los que quedan podrían desaparecer en los próximos 10 a 20 años. Los manglares costeros, un hábitat fundamental de cría de innumerables especies, están también en situación de vulnerabilidad. La mitad de ellos ya desaparecieron.

Los cambios atmosféricos mundiales, por ejemplo el agotamiento de la capa de ozono y el cambio climático, solo agregan nuevas fuentes de presión. El debilitamiento de la capa de ozono permite que un mayor volumen de radiaciones ultravioletas B alcance la superficie de la Tierra, donde daña el tejido vivo. El calentamiento global está cambiando los hábitats y la distribución de las especies. Los científicos advierten que incluso un aumento de un grado en la temperatura mundial media, si se produce abruptamente, puede ser de serias consecuencias para muchas especies. Nuestros sistemas de producción alimentaria también podrían verse gravemente perturbados.

La pérdida de la diversidad biológica con frecuencia reduce la productividad de los ecosistemas y de esta manera disminuye la “canasta” de bienes y servicios que nos ofrece la naturaleza, y de la cual sacamos provecho constantemente. Ello desestabiliza los ecosistemas y debilita su capacidad para hacer frente a los desastres naturales (inundaciones, sequías y huracanes) y las presiones causadas por el hombre. Por ejemplo, la contaminación y el cambio climático. Se gastan sumas enormes para intervenir en casos de daños de inundaciones y tormentas, exacerbados por la deforestación; se prevé que estos daños aumentarán por el calentamiento mundial.

La reducción de la diversidad biológica también nos afecta de otras maneras. Nuestra identidad cultural está profundamente arraigada en nuestro entorno biológico. Las plantas y los animales son los símbolos de nuestro mundo, y están preservados en banderas, esculturas y otras imágenes que nos definen a nosotros y a nuestras sociedades. Y extraemos nuestra inspiración mirando a nuestro alrededor la belleza y el poder de la naturaleza.

Si bien la pérdida de especies siempre ha ocurrido como un fenómeno natural, el ritmo de la extinción se ha acelerado de forma espectacular como resultado de la actividad humana. Los ecosistemas se están fragmentando o desapareciendo y numerosas especies están en disminución o ya extintas. Estamos forjando la mayor crisis de extinción desde el desastre natural que hizo desaparecer a los dinosaurios hace 65 millones de años. Esta extinción de especies es irreversible y, por nuestra dependencia en los cultivos alimentarios, los medicamentos y otros recursos biológicos, representa una amenaza para nuestro bienestar. Resulta temerario y peligroso, atentar continuamente contra el sistema que sustenta nuestra vida. Además, es poco ético causar la extinción de otras formas de vida y así privar a las generaciones presentes y futuras de opciones para su supervivencia y desarrollo.

¿Podemos salvar los ecosistemas mundiales y, con ellos, las especies que apreciamos y otros millones de especies que, en algunos casos, pueden producir los alimentos y los medicamentos del mañana? La respuesta radica en nuestra capacidad para armonizar nuestras demandas con la posibilidad de la naturaleza para producir lo que necesitamos y absorber de forma inocua lo que desechamos.