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Ecosistemas únicos: las charcas vernales de la Alta y la Baja California

César García

Nací en Tijuana, ciudad famosa por su vida nocturna y una serie de leyendas negras, pero tuve la fortuna de crecer en un tiempo en el que la naturaleza estaba a unos cuantos metros de la casa donde crecí. En estos espacios había un delicioso aroma proveniente de las plantas nativas que hasta la fecha me recuerda los momentos fascinantes de mi infancia. Aún recuerdo los sonidos de las pisadas sobre la hojarasca cuando jugábamos a las escondidas bajo los bosques de encinillo y también está en mi memoria el haber colectado diferentes especies de anfibios para realizar “experimentos científicos”.

Pero el ambiente que más me hipnotizaba eran unas charcas que se formaban en la temporada de lluvias y, conforme pasaban las semanas, se iban llenando de anfibios, plantas minúsculas de formas curiosas y unos pequeños crustáceos de colores que parecían bailar dentro del agua de maneras sublimes.

Tuvieron que pasar varias décadas para que comprendiera la importancia de los ecosistemas regionales y las formas de vida que viven en estos hábitats. Y muy especialmente la complejidad y fragilidad de lo que ahora conocemos como charcas vernales.

Las charcas vernales son características de los ecosistemas mediterráneos y, por su dicotomía de inundación en la temporada de lluvia y sequía total en la época de secas, albergan una gran variedad de formas de flora y fauna que no existen en ningún otro lugar del planeta. Además, muchas de sus especies solo se localizan en zonas de la región (incluso en complejos exclusivos de charcas), siendo el mejor ejemplo de lo que llamamos endemismo.

Algunos ejemplos que podemos tener son los Branchiopoda (camarones hada, camarones almeja y camarones renacuajo), que son diferentes especies de crustáceos de agua dulce, formas de vida primitivas, fósiles vivientes que pueden aguardar décadas hasta que existen las condiciones apropiadas de humedad para que sus huevos eclosionen. Y que solo habitan las charcas vernales y que en algunos casos como el camarón renacuajo unicamente permanecen en Mesa Colonet.

Otro ejemplo más extremo es la menta Pogogyne mexicana sp. nova, cuya única población está en Valle de las Palmas y es tan rara que apenas está por describirse formalmente. Su pariente más cercano está a aproximadamente 40 kilómetros cruzando la frontera con Estados Unidos, también especialista en charcas vernales. O la mariposa Quino cherckerspot (Euphydryas edita quino) que depende de un género de planta (Plantago sp.) que solo existe en praderas de charcas vernales y cuyas poblaciones cada vez más amenazadas únicamente se encuentran en ambos lados de la frontera.

Como mis memorias y los registros históricos indican, estas joyas naturales de la corona de los ecosistemas de matorral, fueron relativamente comunes en las Californias previo a la llegada del hombre moderno y su compulsivo afán por modificar el mundo natural, ya sea de manera consciente o accidental.

Estos paraísos de diversidad han sido destruidos casi en su totalidad, pues apenas existe menos del cinco por ciento de un total histórico. Mientras en la Alta California, en Estados Unidos, estos ecosistemas han sido protegidos casi en su totalidad, en nuestra Baja California se encuentran prácticamente desprotegidos. Ninguna especie goza de protección especial federal, estatal o municipal.

Se infiere que estos ecosistemas tienen cierta conectividad pues las semillas de plantas o los quistes de los crustáceos pueden viajar en el plumaje de aves migratorias que hacen de las charcas sus estaciones migratorias haciendo caso omiso a las fronteras políticas. Algunas formas de vida también pueden ser transportadas por el viento. Aunque eso no siempre garantizaría una dispersión adecuada por el hecho de que cada vez estos espacios están más alejados unos de otros debido a la fragmentación de los corredores biológicos originales.

A pesar de que estos ecosistemas singulares fueron relativamente comunes desde el norte de California hasta toparse con el desierto del Vizcaíno en Baja California, estudios recientes demuestran que hemos perdido más del 95 por ciento de estos hábitats en Alta y Baja California. Con ello estarían en riesgo de desaparecer incontables especies de flora y fauna que no pueden vivir en ninguna otra parte del planeta, y que son una clave más para entender la complejidad de la vida en la Tierra. Y ademas, ofrecer una identidad regional basada en la riqueza natural de este fragmento de territorio que llamamos casa y que recae en nuestras manos la responsabilidad de protegerla.

En el lado estadounidense, las charcas vernales (pese a que necesitan más estudios y constante monitoreo), están mejor estudiadas y se hace lo posible por conocerlas y protegerlas; por incrementar su distribución al restaurar charcas que se daban por perdidas. Incluso construyendo nuevos complejos con técnicas experimentales. En cambio, en Baja California existe poco conocimiento de las especies que las conforman, de la fauna que depende de ellas y de sus procesos ecológicos.

Desde hace un par de años, un equipo de científicos y naturalistas binacionales hemos estado haciendo estudios de manera coordinada, monitoreando, colectando muestras de flora y fauna, entablando relaciones con los terratenientes y tomadores de decisiones con miras a conocer la ubicación y diversidad de estos espacios. Y para socializar la importancia particular de las charcas, compartir su magia y así lograr que la sociedad aprecie la riqueza de las charcas vernales.

El trabajo en ambos lados de la frontera común ha sido entusiasta y cordial. Para nuestros compañeros de Estados Unidos, conocer la historia natural de las charcas de Baja California les brinda la posibilidad de tener una pieza más en el complejo rompecabezas de estos ecosistemas. Para nosotros, apasionados por la conservación de tan maravillosos espacios, la colaboración con nuestros pares estadounidenses nos permite dominar herramientas y conocimientos comprobados al norte de la frontera.

Aunque la colaboración es importante y vital para el entendimiento, no sobra decir que la responsabilidad última para su protección y conservación al sur de la frontera recae en la población y, de manera primordial, en el sector público responsable de cuidar y enriquecer los recursos naturales.

La reciente polarización extrema de la política en Estados Unidos ha puesto en alerta a las diferentes comunidades con relaciones tanto en México como en Estados Unidos. La comunidad científica no es la excepción. La reducción en los presupuestos dedicados a temas ambientales en Estados Unidos, aunado a la poca existencia de fondos del lado mexicano, significa que será más difícil canalizar fondos para el estudio y conservación de las charcas.

Sin embargo, el muro de Trump haría poco para fragmentar aun más la interrelación de estos complejos de charcas en ambas naciones. A pesar de la escasez de recursos económicos para su estudio y las acciones xenófobas de algunos grupos minoritarios, tan singulares espacios están interconectados por su cercanía geográfica y ahora por el compromiso de un grupo cada vez más numeroso de personas comprometidas con la conservación de las charcas vernales. Y por la convicción de que las futuras generaciones merecen conocer, entender y valorar una delicada red de la cual los humanos formamos parte.

César García
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