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En Europa luchan contra la extinción de las abejas

Cristina Porteiro y María Doallo Freire

Millones de ellas llevan décadas luchando contra la aparición de nuevos depredadores naturales y batallando contra viejos y poderosos enemigos como la agroindustria, los plaguicidas y fertilizantes, el crecimiento urbano, los incendios y el cambio climático. Según las estimaciones de los organismos oficiales más optimistas, el 9.2 por ciento de las poblaciones de abejas en Europa están en peligro de extinción.

De no contar con ellas se acabarían, por ejemplo, las cosechas de café, manzanas, tomates o el cacao. Su desaparición podría acabar con el frágil equilibrio de los ecosistemas pues un 84 por ciento de las especies vegetales y un 76 por ciento de los alimentos que producimos dependen de la polinización que hacen las abejas domésticas y salvajes.

En el campo de la economía baste señalar que en los 27 países que conforman la Unión Europea, la polinización genera alrededor de 18 mil millones de dólares anuales. Y para evitar la debacle, en 2013 comenzó a restringirse el uso de insecticidas mortales para las abejas y más consumidos en el mundo. Se trata de neonicotinoides que afectan a las abejas a nivel neuronal mediante la nicotina. Los compuestos se suelen echar en las semillas. Los que ya están prohibidos son el imidacloprid y la clotianidina, de Bayer, y el tiametoxam, de Syngenta. Hay otros que son igualmente peligrosos.

Los agricultores afectados por la muerte de las abejas llevan años pidiendo que las trasnacionales los indemnicen por los daños que les causaron a sus colmenas. En España, por ejemplo. Una plataforma europea con más de 80 afiliados, Bee Life, lucha por ello.

¿Cómo funcionan los neonicotinoides? Cuando la planta está en floración, los insectos recogen el polen y el néctar, ambos envenenados. Los efectos pueden ser agudos y morir inmediatamente. Pero las más habituales son las consecuencias subletales, ya que los químicos pueden afectar su capacidad de orientación y aprendizaje, por lo que no saben volver a las colmenas y terminan muriendo. Si consiguen llegar a casa, los efectos continúan en la puesta de huevos. Las secuelas son crónicas.

Y ¿qué pasa en México?

Para el Foro Consultivo, Científico y Tecnológico (FCCyT) la especie europea no está en peligro de extinción porque en el mundo hay muchas colmenas en granjas apicultoras dedicadas a la producción de miel. La situación de las abejas silvestres es diferente, porque los cultivos exclusivos de maíz representan enormes desiertos al eliminarse las flores nativas con las cuales se alimentaban. Cabe señalar que hasta un 80 por ciento del trabajo de las abejas consiste en polinizar flores y frutos, mientras que el resto lo utilizan para producir miel y veneno.

En México hay cerca de dos millones de colmenas y más de 43 mil apicultores, según datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader). Ocupamos el séptimo lugar como productor de miel a nivel mundial y en los últimos cinco años se promedió una producción anual de 58 mil toneladas. El año pasado ascendió a 60 mil.

La Sader anunció la integración de un grupo institucional para el fortalecimiento de la regulación y vigilancia de plaguicidas, sustancias tóxicas y nutrientes vegetales. Esto será a través del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) y en trabajo con las secretarías de Salud, Medio Ambiente y Recursos Naturales y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).

Con esa medida se busca modernizar el marco regulatorio y la gestión de plaguicidas y, de manera paralela, atender la recomendación 82/2018 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) para restringir su uso.

Cristina Porteiro
Redactora en La voz de Galicia
Contacto: @crispmarino

María Doallo Freire
Periodista y proyecto de escritora
Ourense-Madrid
Contacto: @mdoallo