Lo que sucede en el Ártico no se queda en el Ártico y Rusia arde... — ecologica
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Lo que sucede en el Ártico no se queda en el Ártico y Rusia arde...

El Ágora, diario del agua, Madrid

Científicos y organizaciones no gubernamentales lanzaron en mayo de 2020 un terrible mensaje: “Las condiciones climáticas han transformado el Ártico –y en concreto Siberia– en la región perfecta para que proliferen los incendios y se esperaba que ese año, como mínimo, arda el mismo territorio que en el 2019”.

Dicho y hecho, las llamas, que daban sus primeros coletazos en mayo con el resurgimiento de los “incendios zombies” comenzaron a incrementar su presencia y violencia en julio. Y como si Siberia fuera un enorme depósito de pólvora, en cuestión de días habían conquistado grandes territorios en la región.

“Este 2020 nos ha sorprendido el rápido aumento en la escala y en la intensidad de los incendios en julio, sobre todo, impulsados por un grupo de focos activos en el norte de la República de Sajá-Yakutia (limítrofe con el océano Ártico)”, afirma Mark Parrington, científico del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus (CAMS) del Centro Europeo de Pronósticos Meteorológicos a Mediano Plazo.

La situación extrema derivada de los incendios continuó presente hasta finales de agosto del 2020, cuando los principales focos quedaros notablemente reducidos. Aun así, en tan solo el mes de julio, los incendios arrasaron cerca de 6 millones de hectáreas, según datos de la Agencia Federal Forestal de Rusia. Para principios de septiembre del año pasado, el cómputo total de hectáreas quemadas rozaron las ocho millones y medio.

Con estos datos, los expertos afirmaron que la temporada de 2020 podría considerarse incluso peor que la de 2019. Y eso se comprobó con los datos sobre emisiones de dióxido de carbono (CO2).

En efecto, el servicio de monitoreo, utilizando datos del Sistema Global de Asimilación de Incendios (GFAS, por sus siglas en inglés), estimó que las emisiones de CO2 producidas en el Círculo Polar Ártico, aumentaron en 2020 poco más de un tercio respecto al 2019, en parte motivado por los incendios de Siberia. Así pues, desde el 1 de junio hasta el 31 de agosto de 2020, las emisiones de dióxido de carbono se situaron en 244 megatoneladas, 63 más que las 181 producidas durante el mismo periodo del 2019.

Además, entre junio y agosto del año pasado, los incendios en el Distrito Federal Oriental de Rusia emitieron aproximadamente 540 megatoneladas de dióxido de carbono, superando así el anterior récord del 2003 situado en 500 megatoneladas. En 2019, en esta región se emitieron 350 megatoneladas de CO2.

Buscando responsables

Los científicos del CAMS apuntan que, aunque las fuentes de los incendios son difíciles de precisar y que se necesitará investigar al respecto, pueden apuntar a dos principales culpables.

El primero de ellos es el cambio climático que, durante los últimos años y en especial durante el 2020, ha trasformado Siberia, una región históricamente inhóspita y helada, en una más bien parecida a algunas de las que nos podemos encontrar en la cuenca mediterránea.

Por ejemplo, en Oymyakon o en Verkhoyansk, famosas por registrar temperaturas que rozan los -70 grados Celsius en invierno y apenas los 10 en las épocas más cálidas, el año pasado logró alcanzar y sobrepasar los 30 grados, según el Servicio de Cambio Climático Copérnico (C3S).

Estas temperaturas atípicas en la región han comenzado a descongelar el hielo y desplazar el frío, exponiendo así a la biomasa de la región, que se está volviendo más seca, a las acometidas de las llamas.

En este sentido, los científicos señalan como otro gran culpable a los “incendios zombies”, focos que se creían extintos pero que, con la llegada del buen tiempo, renacen de sus cenizas y vuelven a la superficie arrasando todo lo que encuentran a su paso.

Según detallan los expertos, estos incendios ocurren en zonas de turberas, suelos repletos de material vegetal en descomposición. Tradicionalmente, estas regiones, que se encuentran en el Círculo Polar Ártico, han funcionado como verdaderos sumideros de carbono, algo que se está modificando con el cambio climático y su desaparición por los incendios.

La llegada de las altas temperaturas descongela las turberas y las exponen a las llamas que, si no arrasadas por los incendios, se congelarán de nuevo hasta el año siguiente. En ese periodo, el fuego queda atrapado en la turbera bajo el hielo esperando a que se descongele para reavivarse. Un estudio publicado en 2019 afirma que las llamas pueden consumir la materia orgánica bajo el hielo durante largos periodos de tiempo, de ahí la peligrosidad de estos muertos vivientes.

De seguir así, los incendios alimentarán el cambio climático que, a su vez, incrementará la violencia de estos fenómenos extremos en una espiral de destrucción que, en principio, no tiene un fin a corto plazo y que, sin lugar a duda, nos afectará de forma negativa a todos nosotros, independientemente del lugar en el que vivamos.

“Lo que sucede en el Ártico no se queda en el Ártico. Debido a las teleconexiones, los polos influyen en el clima y las condiciones climáticas en las latitudes más bajas donde viven cientos de millones de personas”; en pocas palabras, afectan a todo el globo, concluyen los científicos.

De mal en peor en Siberia

Los incendios forestales que azotan a Siberia este 2021 han durado meses, indicaron las autoridades rusas, una catástrofe que ha alcanzado tal magnitud que incluso el humo ha llegado al Polo Norte, según constató la NASA.

Los científicos rusos apuntan a que los incendios que actualmente arden en la región son una consecuencia del aumento global de las temperaturas.

En la región de Yakutia, un área enorme y escasamente poblada en el norte de Siberia, la situación “continúa empeorando con una tendencia creciente en el número y área de incendios forestales”, precisó la agencia meteorológica rusa Rosguidromet en su sitio web.