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En busca del Mamut perdido

Myriam Vidal Valero/FCCyT

Forum Noticias. El esqueleto del Mamut gigante es lo primero que ven todos los visitantes del Museo de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero pocos saben que no siempre estuvo ahí y que sus huesos no sólo nos hablan de un pasado prehistórico, sino de un pasado nacional.

En su charla En búsqueda del mamut perdido, impartida el sábado 6 de febrero en el Museo de Geología de la UNAM, el historiador, César Esparza, señaló que el esqueleto se mostró por primera vez en 1913 en el Museo de Historia Natural del Chopo, con el biólogo Luis Alfonso Herrera como director, y era una réplica de yeso, cartón y alambre, ya que “en esta época tener huesos originales era muy complicado, no había grandes descubrimientos y los que sí se habían encontrado estaban en los laboratorios”, pero el mamut no era el único atractivo del museo.

En 1937, el empresario y filántropo estadounidense, Andrew Carnegie, donó al museo una réplica en yeso de un Diplodocus gigante y tanto éste como el mamut, fueron conocidos como “los mellizos”, no sólo por su enorme tamaño, algo poco común para la capital en esa época, sino porque permanecieron juntos, y amontonados, durante muchos años, en un museo que no contaba con el espacio suficiente para albergarlos a ambos.

No fue sino hasta 1964 que, por falta de recursos, el Museo de Historia Natural se vio obligado a cerrar sus puertas dejando la mayoría de sus colecciones almacenadas en las bodegas del Estadio Olímpico Universitario y aplicando al mamut lo que Esparza denomina un desmembramiento: “un ente es desarticulado, sin embargo no deja de ser él mismo; las piezas se mudan a otros recintos pero cuando nosotros nos acercamos a ellas nos remontan a sus orígenes, cada una de esas piezas es la representación de su pasado”.

Fue hasta que la UNAM comenzó el proyecto de la recuperación de espacios, entre ellos el recinto del Instituto Geológico Nacional, actualmente Museo de Geología, que de 1970 a 1972, el biólogo Ángel Silva Bárcenas, con la colaboración de los señores Luis Quintos y Miguel Flores se encargó de la reconstrucción del mamut actual que quedó expuesto al público el 28 de noviembre de 1973. El Diplodocus lo pueden encontrar en el museo de Historia Natural de Chapultepec.

El esqueleto actual es un rompecabezas armado con piezas de 12 ejemplares distintos de la misma especie, un dato que puede sonar sorprendente, pero que no es nada raro porque generalmente cuando los paleontólogos hacen trabajo de exploración en busca de restos no suelen encontrar esqueletos completos enterrados, sino que tienen que ir armándolos con los huesos esparcidos que van encontrando en el camino.

En el caso del mamut, la expedición de Días Lozano de 1921-1927 y la de Aurelio del Río 1926-1929 favorecieron el reemplazo de las piezas de yeso por piezas originales; el cráneo es original, las costillas son de Peñón Viejo, la pata frontal derecha es de Tepexpan, la cola, dos partes de la clavícula y las falanges de las cuatro patas son las réplicas originales del Museo de Historia Natural del Chopo, y aunque uno de los misterios que aún quedan por resolver es en qué año se dio la sustitución y a dónde fueron a parar las réplicas, todo esto ha provocado que tanto trabajadores como investigadores del Museo de Geología se refieran a él de cariño como El Franquimamut.

El  esqueleto es de gran ayuda en la reconstrucción del periodo del Pleistoceno, en el que convivió con criaturas como el oso perezoso (que medía casi lo mismo que los mamuts), el tigre dientes de sable, armadillos gigantes, lobos, caballos y camellos (los dos últimos son endémicos del continente americano, pero con el clima y las migraciones se extinguieron y los europeos reintrodujeron al caballo hasta el siglo XVI).

Por otro lado, el mamut del museo es un Mammuthus imperator o Mamut Emperador, una especie que rompe los paradigmas populares de que todos los mamuts habitaban en climas fríos y estaban llenos de pelo, porque los restos de esta especie han sido localizados en climas más cálidos y templados.

El primer Mamut Emperador fue descubierto por el paleontólogo y naturalista Joseph Leidy (1823-1891), quien en una expedición realizada en 1869 encontró la muela de un mamut que superaba el tamaño de cualquiera encontrada hasta el momento, entre ellos el Mammuthus primigenius. Este nuevo mamut alcanzaba los 5 metros de estatura, (el primigenius apenas llegaba a 2), comía pastos y matorrales, sus colmillos o defensas no crecían derechos, sino que se encorvaban encontrando sus puntas en el centro; no tenían pelo más que un poco en la espalda, vivían en manadas y era la especie más grande del continente americano, un adulto alcanzaba de 10 a 11 toneladas.

No sólo la capital del país es donde se han realizado más reconstrucciones, también es donde han aparecido la mayoría de restos fósiles y aún queda mucho por descubrir. Mientras tanto, el mamut seguirá dándole la bienvenida a todos los visitantes que día con día llegan al Museo de geología y, como bien dice César Esparza, “este Mamut no sólo tiene un interés para reconstruir el pasado de la tierra y especialmente el pasado del Pleistoceno en nuestro país, sino también tiene un valor para la historia porque nos permite hablar de un antiguo museo, de un museo que no tuvo el financiamiento del gobierno, y del que la Universidad se tuvo que hacer cargo, y que afortunadamente actualmente existe. Sin la UNAM y los personajes que encabezaron este proyecto, este mamut estaría en una bodega o incluso perdido”.

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