En defensa de la constitucionalidad de la ley que permite la interrupción del embarazo*
Fray Julián Cruzalta Aguirre, O.P. **
Agradezco a ustedes señores ministros y señoras ministras del pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la oportunidad que nos brindan para contribuir a las deliberaciones que se están adelantando respecto a la constitucionalidad o no de la ley que permite la interrupción legal del embarazo hasta las doce semanas de gestación.
El tema que nos ocupa, debe enmarcarse en un Estado democrático que nace con las llamadas tres “D”: democracia, derechos humanos y desarrollo. Estos temas nacen en la misma época en el mundo moderno y por eso van concatenados. Hoy, si quiero saber como está la democracia en un Estado moderno tengo que mirar el respeto a todos y cada uno de los derechos humanos.
Un Estado democrático tiene valores: tolerancia, pluralidad, respeto a la diversidad, respeto a todos y cada uno de los derechos humanos.
En una sociedad democrática el garante de todas las expresiones es el estado laico que permite la convivencia en una sociedad plural. En este sentido el carácter laico del Estado mexicano es el garante de la convivencia armónica de todas las opiniones morales. Por eso el Estado no puede legislar con base en una sola moral. La de ¿quién? Si se legislara así, se excluirían las otras opiniones. Un Estado laico, no tiene religión, no va a misa, no es creyente, es el que garantiza libertades y derechos de distinta índole, incluyendo la Libertad de Creencias.
Ahora bien, el problema central en estas situaciones de debate es un problema epistemológico, o sea, de construcción de verdades; hay que buscar espacios para el dialogo en las sociedades plurales porque a veces quedamos atrapados en tentaciones gemelas de miradas univocistas donde la verdad es una y es la mía, y miradas equivocistas donde no existe la verdad y se concluye que cada quien viva de acuerdo a su propia opinión, pues si pensamos en una ley para cada uno, no podríamos construirnos como sociedad.
Una de las consecuencias de los conflictos actuales es que los que son diferentes se convierten no sólo en extraños sino en adversarios con quienes es imposible hablar. ¿Cómo podemos aprender a hablar con el extraño? ¿Qué conversación podemos iniciar con aquellos que son distintos?
Por eso es necesario construir una mirada de apertura donde se busque la verdad pero no se absolutice una sola.. En una sociedad plural, diversa, es necesario abrirse a una perspectiva analógica donde, sí hay verdades pero no son valores en el vacío.. Una mirada que busca lo común y lo diverso es una mirada, que respeta los valores de la democracia: por ejemplo, la tolerancia, es el respeto a todas las opiniones y miradas diferentes incluyendo la propia. En este valor hay que tener presente que las morales son costumbres ligadas a posturas religiosas de diversa índole.
Las costumbres son construcciones históricas que cambian; las religiones son también construcciones culturales y las costumbres morales dependen de religiones y de una cultura. Aun dentro de estas miradas religiosas hay una diversidad de opiniones o variedades de la misma moral por el tiempo y el espacio diferentes. Toda construcción cultural está situada desde el lugar y la fecha en donde se construye: No es lo mismo realizar una construcción religiosa en el 20,000 antes de Cristo que en el 1,000 después de Cristo o al inicio del siglo XXI.
Toda construcción cultural está cruzada por el género y en las morales de las religiones patriarcales, la opinión masculina será determinante. Las construcciones culturales son subjetivas; por ello lo complejo de las opiniones morales-religiosas. En el caso del cristianismo, éste pertenece al grupo de las llamadas religiones del libro sagrado y esto hace más complejo el asunto. En realidad no es un solo libro, son libros construidos en diferentes épocas y por lo tanto, cruzados por diferentes opiniones científicas, de género, antropológicas, entre otras; las cuales requieren de un proceso hermenéutico de interpretación.
Los libros sagrados fueron escritos en espacios diferentes y en tiempos diferentes, en lenguas diferentes y con esperanzas y miedos diferentes; cuando un creyente hace una lectura de estos libros construidos en otra cultura, en otra época, en otra lengua, no puede hacer una lectura literal de estos textos, sino debe hacer una lectura interpretativa desde su propia cultura, o sea, desde sus propios miedos y esperanzas, lo cual nos da una variedad de lecturas a un mismo texto sagrado, por eso al interior de las religiones que tienen libros sagrados, como es el del cristianismo, hay diversidad de opiniones para un mismo tema. En el caso del cristianismo católico romano hay un mundo de opiniones dependiendo de la escuela interpretativa que se siga y esta ha sido la larga tradición católica de la pluralidad teológica.
La moral nace de las costumbres y después se construye la teología moral, la cual, en lo profundo, comprende valores más allá del cristianismo.
Hoy cada día se escucha cada vez más que hay que ponerse en los zapatos del otro o de la otra. Esa tarea es imposible: yo no he vivido la infancia, la familia, la educación, los miedos, los sueños de ese otro u otra. Si yo no he vivido la experiencia de las mujeres, es difícil que yo pueda asumir decisiones por ellas, la única tarea que puedo hacer es ponerme en mis propios zapatos y tomar conciencia de ¿por qué me duele lo que me duele?, de ¿por qué espero lo que espero? y tomar entonces mis propias decisiones.
La laicidad del Estado es el garante de derechos fundamentales como la Libertad de Conciencia, se debe respetar la moral y las costumbres religiosas conforme a la conciencia de cada persona, porque la conciencia es el núcleo sagrado donde la persona decide lo mejor para sí. Puedo estar de acuerdo o no con esa decisión, pero la libertad de conciencia es un derecho humano que debe ser garantizado.
La larga tradición católica romana avala la defensa de la Libertad de Conciencia, a través de su historia esta institución ha defendido este valor. La comunión eclesial ha entendido que en asuntos de costumbre tiene primacía la conciencia, lo cual significa que debe respetarse el derecho a la libertad teológica, o sea, la Libertad de Pensamiento en la construcción de las diferentes teologías.
Aquí hay terreno firme, la iglesia ha defendido a través de toda su historia, la Libertad de Conciencia, que es la libertad de elegir entre las opciones que tienes a tu disposición, reconociendo que te puedes equivocar. La Libertad de Conciencia, te lleva a que te enfrentes a tus circunstancias reales, no a las que deberían ser; la moral católica es una moral de lo que hay, no lo que debería haber. En la ciudad de México debería haber mujeres amadas por sus padres, nutridas, educadas, con compañeros que las acompañaran y respetaran pero la realidad es otra. En esta tradición, Santo Tomas de Aquino, filósofo y teólogo medieval, señala que no siempre lo más moral es elegir entre un bien y un mal, sino que a veces hay que elegir entre dos males y el principio a elegir es el mal menor.
Por último, en las deliberaciones actuales nos puede orientar el concepto de ética, que viene de ethos, la fuerza que moviliza la existencia desde dentro. En un estado democrático es más bien la ética la que nos permite dialogar con los diferentes y no la moral. La ética es esta construcción de mínimos valores en una sociedad plural y uno de estos mínimos valores es la defensa de la vida. En este sentido la vida de las mujeres es valiosa, por lo tanto tiene que ser garantizada. La vida humana tiene una serie de necesidades para poder crecer y florecer, no estamos hablando de la vida de cualquier animal, en el largo proceso evolutivo de nuestra especie. Lo que nos ha hecho diferentes a las otras especies no es sólo lo biológico, sino la capacidad de interpretación. Hablar de vida humana no es hablar meramente de aspectos celulares y bioquímicos es hablar de personas con intenciones y sueños. Las mujeres en nuestro país tienen sueños de una vida digna de seres humanos, por eso defender la vida es defender esas esperanzas. Defender la vida es un asunto ético. No se trata de entrar en conflicto de valores, ni caer en el conflicto de que es lo primero, el huevo o la gallina, lo primordial es lo concreto, la vida de la mujer. Ya Santo Tomas señalaba: “Que tiene la primacía lo que es, no lo que puedes llegar a ser, sino lo que ya es”.
La Ley que permite la interrupción del embarazo hasta la duodécima semana de gestación:
1. Es una ley bondadosa porque respeta el valor de la vida de las mujeres.
2. Garantiza el derecho a la libertad de conciencia de las mujeres y del personal de salud, no es una ley basada en una moral, sino en la ética y no está en contra de ninguna de las morales porque no obliga.
3. Respeta a los objetores de conciencia porque valora como derecho humano esta libertad de conciencia.
4. Evita discriminaciones porque da posibilidad al derecho a la elección a mujeres con pocos recursos económicos ya que anteriormente el Código Penal criminalizaba la pobreza.
5. No es una ley que mira al aborto como un método anticonceptivo, sino como el último recurso que tiene que tomar una mujer para ejercer el derecho a decidir.
Nadie promueve abortos y no creo que esta ley sea una promotora del aborto, ojalá que ninguna mujer tuviera que llegar a esta decisión, la mejor lucha contra el aborto se llama educación sexual integral y disponibilidad a métodos anticonceptivos.
* Ponencia presentada en las audiencias públicas organizadas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación el 30 de mayo del 2008, con el título: “En defensa de la constitucionalidad de la ley que permite la interrupción del embarazo hasta la duodécima semana de gestación: ética y libertad de conciencia”.
** Profesor de Teología del Centro de Estudios Teológicos de la Conferencia de Institutos Religiosos de México y de la Comunidad Teológica de México. Director Ejecutivo de Magdala, Instituto de Asistencia Integral A.C.