Intervención de Juliana González Valenzuela
Como miembro del Consejo Consultivo de la CNDH y plenamente convencida de la importancia que para la Comisión tiene la pluralidad de sus miembros, la cual es congruente con el espíritu y la letra de los propios Derechos Humanos, juzgo necesario hacer expresas ante el pleno del Consejo algunas consideraciones sobre el recurso de inconstitucionalidad de la Ley que despenaliza el aborto en el Distrito Federal, solicitando respetuosamente que consten en acta y que ésta sea incorporada a la página Web de la CNDH.
- Reconozco plenamente el derecho y la autoridad del Presidente de la CNDH, Doctor José Luis Soberanes, de presentar ante la Suprema Corte de Justicia este recurso y hago expreso mi irrestricto respeto a las razones jurídicas, morales y personales que motivaron su decisión.
- Carezco de competencia para pronunciarme sobre los aspectos legales y sobre si procede o no tal acción de inconstitucionalidad, cosa que ciertamente corresponde a nuestra Suprema Corte de Justicia resolver.
- Debido, sin embargo, a que resultan inseparables el aspecto jurídico de la toma de posición respecto al contenido de la ley, esto es, acerca del juicio moral que se tenga sobre el aborto, creo necesario manifestar mi propia opinión.
- Mis consideraciones son de carácter filosófico, ético y bioético, para nada de índole jurídica, ni menos aun política. Y ellas sucintamente serían: a) La cuestión relativa al aborto es en nuestro tiempo –a nivel nacional y mundial- una cuestión esencialmente controvertida y la falta de consenso al respecto debe asumirse cabalmente, con pleno respeto y tolerancia a la diversidad; diversidad que, en gran medida, responde al hecho de que no está probado ni científica, ni filosófica, ni racionalmente que exista “un momento” en que, en el proceso embrionario, “comience” el ser humano y que, además, tal momento sea el de la concepción –y que por tanto desde entonces el embrión posea estatus ontológico, ético y jurídico de “persona” humana. b) Por mi formación en ontología contemporánea y mi aproximación a las ciencias de la vida, personalmente me inclino a pensar el problema en términos -no esencialistas-, de proceso, desarrollo, emergencia, etc. y, sobre todo, en mantener abierta la búsqueda científico humanística así como el diálogo crítico entre las distintas posiciones. c) Desde la perspectiva ético-social, considero indispensable no omitir o abstraer el contexto social (económico, educativo, cultural) del gran numero de mujeres que, en una sociedad en que priva la desigualdad, se ven forzadas a realizar el aborto en condiciones en que, por el carácter penalizado de éste, son -como todo mundo reconoce-, ostensiblemente contrarias a su propia vida, su salud, y su dignidad. Despenalizarlo, dentro de las restricciones temporales adecuadas, no implica, obviamente, estar a favor de la destrucción de la vida sino todo lo contrario, es estar a favor de la vida, de la libertad y de los derechos humanos de toda mujer, así como a favor de la “calidad de vida” que, realistamente, se puede ofrecer a quien llega a ella.