Deportee/ Deportados — sin-fronteras
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Deportee/ Deportados

David Brooks

El 28 de enero de 1948 un avión cayó en un paraje conocido como Los Gatos, en California. Murieron todos sus ocupantes. La prensa de entonces identificó con sus nombres a los tres tripulantes y un guardia de seguridad. Los 28 migrantes mexicanos que murieron en el accidente sólo fueron llamados “deportados”.

Woody Guthrie escribió la canción Deportee tras leer la noticia. Les dio identidad, los hizo humanos.

“Algunos de nosotros somos ilegales, y algunos no somos deseados…/Nos persiguen como criminales…como asaltantes…/ Morimos en tus montes, morimos en tus desiertos/morimos en tus valles y morimos en tus llanos/ Morimos bajo tus árboles y morimos en tus arbustos/ De ambos lados de la frontera, morimos igual…/Adiós a mi Juan, adiós Rosalita/adiós mis amigos Jesús y María/ No tendrán nombres cuando vuelen en ese gran avión/ Lo único que serán llamados será ‘deportados’.

“El padre de mi padre cruzó ese río/ Le quitaron todo el dinero que ganó en su vida…/ Los persiguieron como delincuentes, como asaltantes…/ Adiós a mi Juan, que te vaya bien Rosalita,/ adiós mis amigos José y María/ No tendrán nombre al viajar en el gran avión/ Sólo los llamarán deportados”.

Posiblemente se trate de la primera canción en inglés sobre inmigrantes mexicanos. Y resistió el paso del tiempo. La pieza fue ampliamente difundida por Pete Seeger, amigo de Guthrie, a quien siguieron toda una galaxia de músicos: de Bob Dylan a Bruce Springsteen, de Dolly Parton a Tom Morello y, por supuesto, Arlo Guthrie (hijo del cantautor). En la edición más reciente de ingreso al Salón de la Fama del

Rock & Roll, en abril pasado, fue interpretada por Joan Baez y las Índigo Girls.

Aquí presentamos las versiones de la cantautora independiente Ana DiFranco, acompañada por el gran Ry Cooder; y la interpretada por Joan Baez y Bob Dylan (con subtítulos en español).

Hace cuatro años -69 después del avionazo- se colocó un monumento con los nombres completos de los 28 mexicanos muertos en el accidente en Coalinga, California.

Sus identidades fueron recuperadas gracias al esfuerzo de varias personas que no se conocían entre sí, como se cuenta en este extraordinario reportaje en Los Angeles Times.

En el 2009, el poeta y novelista Tim Hernández -quien creció en una familia de jornaleros- empezó a investigar, a obsesionarse, con esta historia contada por Guthrie.

Dos años después, Carlos Rascón, nuevo director de cementerios católicos de Fresno e hijo de un bracero, visitó el panteón de Holy Cross donde una placa de bronce decía: “28 ciudadanos mexicanos que murieron en un accidente aéreo”. Le molestaba que no hubiese nombres, así que buscó en los registros del panteón: sólo halló nombres parciales y mal deletreados.

Hernández seguía con su obsesión y dio con la pista del cementerio de Holy Cross. Llamó sin suerte varias veces hasta que en una ocasión la voz del otro lado de la línea le respondió: “Tengo los nombres”. Era Rascón.

Desde niño, Jaime Ramírez preguntaba por qué sólo tenía un abuelo. Su madre le dijo que ella tenía 11 años cuando su padre murió en un accidente en Estados Unidos y que no sabía dónde fue sepultado.

Cuando cumplió 18, Ramírez cruzo la frontera como indocumentado para buscar trabajo en California. En un restaurante donde trabajaba como lavaplatos escuchó la historia del avionazo, hurgó en los archivos locales y supo que su abuelo era uno de los 28 anónimos del cementerio de Holy Cross.

Desde 1989, cuando encontró la tumba común, lleva un ramo de flores el Día de Muertos. Ahora se desplaza a ese lugar desde el restaurante del que es dueño, cerca del panteón.

Hernández y Rascón continuaron buscando los nombres completos, y correctos, de los “deportados”, al tiempo que se preguntaban quién dejaba flores en la tumba. Aunque no habían encontrado familiares, decidieron recaudar fondos para levantar un monumento en el cementerio.  “Cada una de nuestras familias está hecha de historias épicas, de migración, lucha, sacrifico y triunfo.  ¿Cómo es posible que sólo se desvanezcan?”, preguntaba Hernández.

El escritor mencionó su búsqueda en un foro en Salinas y entonces apareció una mujer que le dijo: “Mi padre creía en la importancia de nombres. Los repetía como un canto. Sólo rescatar sus nombres importa”. Era Nora Guthrie, hija del cantautor.

Poco después, Ramírez se encontró con Hernández y le contó de su abuelo.

Fue el preámbulo de la inauguración del monumento, lo que ocurrió el Día del Trabajo de 2013. Asistieron unas 600 personas que escucharon dos versiones de “Deportee”. Uno a uno, se leyó la lista de los 28 migrantes desconocidos y tras cada nombre los asistentes dijeron: “Descansa en paz”.

“Están contestando la oración de Woody”, comentó Nora Guthrie al Times.  “Si uno mantiene vivas las preguntas -las ideas- entonces algún día, alguien se presentará para responder”. No habría más “deportados” anónimos.