TESTIMONIO: “Sólo quiero regresar con mi familia” — sin-fronteras
Usted está aquí: Inicio / Voces / TESTIMONIO: “Sólo quiero regresar con mi familia”

TESTIMONIO: “Sólo quiero regresar con mi familia”

Ernesto Martínez Elorriaga

Apatzingán, Mich. La primera vez que partió a Estados Unidos para laborar indocumentado fue en 1989. Iba y venía hasta 2001, cuando se estableció con la intención de quedarse ahí definitivamente.

En marzo de este año, José Maldonado López fue deportado por el gobierno de Donald Trump:

“Nunca antes me había sentido tan humillado, las autoridades migratorias estadunidenses me detuvieron cuando intentaba arreglar mis papeles. No me dejaron ni siquiera avisarle a mi familia, allá se quedaron mis cuatro hijos y mi esposa”, narró.

Para vivir, en lo que busca la forma de regresar a San José, California, donde está su familia, instaló una tienda de abarrotes en la periferia de Apatzingán, a unos metros de la carretera Apatzingán-Tepalcatepec, y a unos 300 metros de donde viven su mamá y su hermana.

José Maldonado recuerda que acudió a las oficinas de Migración en San Francisco, California, el 28 de marzo pasado:

“Ya no me dejaron salir, el agente de migración me dijo que mi caso estaba perdido. Era un tipo racista que me trató como si fuera delincuente, como si hubiera matado a una persona. Me esposaron y me encerraron durante dos días”, indicó.

Maldonado López aseguró que el agente que lo atendió en Migración estaba molesto:

“Me cuestionaba y preguntaba cosas como dónde tenía la droga, me sacó mis documentos de la cartera y los aventó. Es cierto que no me golpearon, pero a veces la humillación es peor que la golpiza”.

Le dijeron que en 10 años no podría regresar a Estados Unidos. Luego lo llevaron en un autobús con decenas de personas a otros lugares durante más de dos días. Ya en el aeropuerto de Oakland, los subieron a un avión de Migración, los llevaron a San Diego, California, y de ahí en autobús a Tijuana, Baja California.

“Siempre nos tuvieron encadenados, como presidiarios. Ya sabía que Donald Trump la traía contra todos los migrantes. Fui a Migración ese día porque tenía una cita, y pensé que era para arreglar la residencia. Primero me atendieron bien,  pero el segundo que me entrevistó lo vi como acelerado, como si le debiera algo, de manera muy racista”, dijo.

Su esposa lo acompañó a Migración. Le dijeron que se retirara, que se iba a quedar ahí detenido. Una vez en Tijuana, José se quedó en la Casa del Migrante. De ahí tomó un autobús para Apatzingán.

Dijo que le gusta México, pero “la situación está muy triste”.

“Deja el calorón que hace aquí en Apatzingán, pero los sueldos, nomás no. No sirven”, lamentó. Cuando se fué las cosas no pintaban bien, pero ahora está peor.

En México, dijo, se vive con miedo y hay mucha gente sin dinero en Apatzingán. Le da miedo salir a la calle pues hace unas semanas, a unos metros de su tienda, sobre la carretera que comunica a Tepalcatepec, quemaron varios vehículos.

José pertenece a una familia de migrantes. En San José trabajó con dos de sus hermanos en el área de mantenimiento, donde “le hacíamos a todo, a la electricidad, pintura, plomería, jardinería y todo lo que se requiere para que las casas se encuentren en condiciones habitables”.

Se casó en 2006 con una mujer de origen mexicano nacida en Chicago, residente, que labora como intendente: “Duré casado ocho años, luego me divorcié y me volví a juntar con ella”, recordó. Tiene cuatro hijos, de 22, 15, 13 y 10 años de edad.

Apuntó que cuando se divorció todo se le vino abajo hace tres años. Ahora extraña a sus hijos, por ello su esposa al momento hace trámites para que lo visiten el próximo 27 de junio.

Como indocumentado, aseguró, la vida es difícil en Estados Unidos, e incluso “cuando llegué por primera vez tardé dos meses en conseguir empleo; me tocaba limpiar el apartamento, no puede uno estar sin hacer nada. Vivía con un primo y unos amigos”. Después consiguió permisos temporales de trabajo que le conseguía un abogado.

“En California aprendí a hacer cosas que no sabía. ¡Claro que quiero regresar! Me arriesgaría aunque lo tengo prohibido, aquí la vida es dura. (En Apatzingán) se gana muy poco, ni siquiera 100 pesos diarios. Allá por lo menos son mil 300 dólares a la quincena más los impuestos. Mientras, puse esta tiendita, y se venden un buen de chelas”, dijo.