Territorios acorralados pero en resistencia en la región norte de Costa Rica — ecologica
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Territorios acorralados pero en resistencia en la región norte de Costa Rica

Moisés Salgado

La imagen internacionalmente divulgada sobre Costa Rica puede hacer pensar que es una especie de excepción histórica, impermeable a los distintos males y conflictos que se desarrollan en América Latina; sin embargo, es abismal lo que dista esto de la realidad. Desde hace más de 10 años he tenido la posibilidad de conocer muchas luchas comunitarias en defensa del territorio rural de este país.

El reordenamiento de las relaciones internacionales operadas desde las economías centrales en los últimos 30 años han inducido entre otras cosas a un sometimiento de la región latinoamericana a actividades con potencial agroexportador, generando cambios importantes en la base productiva agropecuaria.

Las explotaciones agrícolas a gran escala desde la especialización productiva y para la exportación se convirtieron en el modelo a seguir, promovido desde los propios Estados a través de facilitar la inversión privada, transformaciones institucionales, eliminación de prohibiciones jurídicas, premios por exportar y demás estrategias.

Éste es el marco donde se desarrolla la agroindustria en América Latina, caracterizada por la concentración de tierras y de cadenas productivas, el uso de tecnologías ahorradoras de trabajo vivo, la utilización de semillas transgénicas, la criminalización de la semilla criolla y el uso intensivo de agroquímicos.

La expansión agresiva de la producción industrial de piña para exportación en Costa Rica en los últimos 30 años es claro ejemplo de ello. Hoy es el principal exportador mundial de este cultivo, ocasionando diversos conflictos comunitarios: contaminación de aguas por agroquímicos, enfermedades, plagas, tala de bosques, desaparición de humedales, ausencia de permisos oficiales de funcionamiento, explotación laboral, entre otros. Así, la industria piñera basa su proceso de acumulación en el despojo y deterioro de los bienes comunes, cercando territorios completos a la dinámica del monocultivo.

La región norte alberga más del 60 por ciento de la producción de piña del país, que representa casi el 70 por ciento de todas las exportaciones de esta región, además de la fuerte presencia de otros monocultivos, como la naranja y el azúcar; todas son actividades productivas que generan miles de millones de dólares y vinculadas con grandes empresas y con familias poderosas centroamericanas (Arias, Motta, Pella). A pesar de ello, en esta región se concentran tres de los cantones que figuran entre los más empobrecidos del país y es la región donde hay mayor incumplimiento total de garantías laborales, sobre todo en el sector agroindustrial.

Las expansiones de estos monocultivos en la región norte se dan paralelamente al desmantelamiento de la producción campesina de granos básicos, donde problemas de producción, falta de créditos, insumos y fuentes de comercialización socavan por completo las condiciones de vida campesina. Esto a la vez es una foto de la situación del país: en los últimos 30 años las hectáreas sembradas en maíz blanco disminuyeron 74 por ciento, las de arroz 33 por ciento y los frijoles más de 52 por ciento. Sin embargo, las hectáreas de naranja se incrementaron 600 por ciento, la palma africana 300 por ciento y la piña mil 500 por ciento.

Como indica Irma Acosta, el proceso de desarrollo de la agroindustria se da en detrimento de las poblaciones campesinas y sus formas de producción, quienes en gran parte de América Latina tuvieron un fuerte impulso por parte de los Estados y su engranaje institucional desarrollista después de la Segunda Guerra Mundial. Recibieron tierras, capacitaciones, paquetes tecnológicos, semillas, créditos, dinamizados por la revolución verde y el esquema de sustitución de importaciones.

El avance de la agroindustria requiere revertir las condiciones del campesino como productor de alimentos: como escribe Bernardo Mançano, “La territorialización del capital significa la desterritorialización del campesinado y
viceversa”.

En la región norte de Costa Rica se aprecia claramente esta reconfiguración espacial donde los monocultivos rodean, cercan y se expanden sobre su última frontera: los asentamientos campesinos, quienes generan diversas expresiones de resistencia comunitaria y de articulación regional para lograr incidencia contra la expansión de la agroindustria en sus territorios.

Estas penetraciones de las relaciones capitalistas en la producción implican el cercamiento de los bienes comunes que se devuelven en forma de mercancía y el deterioro de la producción campesina que tiene como consecuencia un proceso de asalarización en el agro.

La Cepal confirma que en Costa Rica existe una disminución del trabajo por cuenta propia en la agricultura y un aumento del trabajo asalariado, así como la caída del trabajo agrícola y el aumento de labores no agrícolas.

Las ganancias y grandes beneficios de la agroindustria piñera en la región norte de Costa Rica se explican sobre todo por las condiciones precarias del trabajo asalariado. Diversas investigaciones denotan algunos puntos comunes en el mundo del trabajo de la piña: poca creación de empleos calificados, nula alteración favorable de las condiciones materiales de vida, intensificación del trabajo, mayor estacionalidad, feminización de esta asalarización (sobre todo en labores de procesamiento y empaque), gran presencia de trabajadores nicaragüenses quienes cruzan diariamente la frontera o se ubican temporalmente en comunidades rodeadas por las piñeras, provocando a su vez condiciones de vulnerabilidad para la trata de personas; prohibición de la sindicalización, incumplimiento de legislaciones laborales, intermediación de mercados laborales (subcontratistas).

En este contexto, emergen luchas colectivas contra la expansión del monocultivo de la piña, luchas por recuperación de tierra y organización de los trabajadores contra las condiciones laborales en las empresas piñeras.

Ejemplo de ello es la ocupación campesina “El Triunfo”, muchas y muchos de origen nicaragüense, que desde hace más de seis años han retado a la agroindustria y la institucionalidad estatal, tomando tierras que estaban dedicadas al cultivo de naranja y obligando al Estado a expropiar estas tierras a la empresa Naranjales Holandesas. Es una pequeña Palestina que sobrevive produciendo frijoles, yuca, maíz y rodeada en sus cuatro puntos cardinales por la agroindustria de la piña y la naranja. O también la comunidad de Santa Fe, que a través de la organización de muchas y muchos trabajadores de una empresa piñera han logrado generar una serie de reivindicaciones: garantías de salario mínimo, derecho a la sindicalización, entre otras.

Territorios cercados por la agroindustria, pero con procesos comunitarios y de trabajadores en resistencia que denotan la configuración y trayectoria del campo en Costa Rica. Acá pasan muchas cosas, más de lo que muchos pudieran imaginar…

Moisés Salgado
Programa Kioscos Socioambientales
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