Los murciélagos no solo son feos, también son criaturas amorosas
Osiris Gaona
Según Humberto Eco, “la belleza es aquello que nos proporciona cierto placer, una sensación de atracción y se tiende a igualarla con la idea de bondad”. Para los griegos Aristóteles y Platón, “es aquella idea que al relacionarse con las cosas sensibles hace aparecer a la idea en cuestión como deseable. Su característica fundamental es la luminosidad, y su función, la de despertar el amor –el eros griego–”. También en la oscuridad de las cavernas, los cenotes y la noche existe belleza.
Los murciélagos son los seres más enigmáticos y misteriosos que conozco. Son los únicos mamíferos capaces de volar. De hecho, taxonómicamente hablando, se parecen más a los seres humanos que a los ratones con los que siempre los relacionan.
Existen ideas erróneas sobre los murciélagos que los descalifican y los hacen parecer como seres monstruosos. Los murciélagos no son ciegos: ven perfectamente. Además han desarrollado un sistema de radar que les permite moverse en la noche, hábitat al que se han adaptado para evitar la competencia.
Tampoco son ratones viejos a los que les han crecido alas, ni se enredan en el pelo, ni se toman la leche de los bebes recién nacidos. No chupan la sangre en el cuello, ni se asustan con el ajo o cualquier tipo de cruz.
Está a discusión la fobia lunar. Algunos autores creen que se debe a que al haber luna llena los hace visibles y se exponen a sus depredadores, pero esto no significa que se desvanezcan ni se quemen con la luz de la luna.
Los murciélagos son mamíferos al igual que los humanos porque ambos nacemos vivos de nuestra madre, tenemos pelo en alguna etapa de nuestra vida y tomamos leche. Los científicos les llaman chiropteros, término que proviene de la palabra griega chiron, que significa mano.
A lo largo de la evolución, sus dedos se han alargado y unido por una membrana alar que les permite volar. Sus manos son enormes.
Existen alrededor de mil 200 especies de murciélagos distribuidas en todo el mundo, excepto en los casquetes polares.
Pueden vivir en una gran variedad de hábitats: cuevas, hojas (que transforman con sus pequeños dientes en tiendas de campaña y los protegen de sus depredadores), oquedades viejas de árboles, termiteros, perchando y camuflándose en árboles; en ruinas arqueológicas; en las ciudades en los espacios que quedan entre los edificios, debajo de los puentes, en las tejas de las casonas abandonadas, etcétera.
Sus tamaños y pesos varían enormemente. Desde los que pesan apenas unos cuántos gramos y son del tamaño de un dedo pulgar, hasta los grandes que tienen una envergadura de un metro y pesan más de un kilo.
Los murciélagos se dividen en gremios alimentarios para su estudio. Hay los que se alimentan de pequeños vertebrados denominados carnívoros; los que se alimentan de insectos, conocidos como insectívoros, de los cuales, te podrás imaginar nos ayudan al control de plagas en algunas especies de plantas útiles para el ser humano.
También están los comedores de frutas, llamados frugívoros, considerados los jardineros de la selva, dispersores por excelencia de especies precursoras de la regeneración de selvas húmedas y otros hábitats.
Algunos murciélagos han modificado sus patas y tienen uñas alargadas que les permiten atrapar a pequeños peces y engullirlos en un santiamén. Y finalmente los murciélagos hematófagos, que chupan sangre, son solo tres especies de las mil 200 existentes y se encuentran exclusivamente en América.
Hoy, los reflectores están puestos en los murciélagos polinizadores. Los que se alimentan de néctar se encuentran en todos los continentes con ecosistemas tropicales. En el mundo, más de 500 especies de flores de, al menos, 67 familias de plantas, dependen de los murciélagos como sus polinizadores. Treinta y seis especies de murciélagos nariz de hoja de América (Phyllostomidae) y doce especies de zorros voladores del Viejo Mundo (Pteropodidae), son murciélagos nectarívoros con cuerpos especiales para visitar y polinizar flores.
Se alimentan de especies de plantas que, en un proceso llamado coevolución, modificaron sus características para atraer especialmente a los murciélagos. A este acto de amor evolutivo se le denomina “chiropterofilia”. Amigas de los murciélagos, las plantas han desarrollado corolas muy fuertes, colores traslúcidos o transparentes con olores muy fuertes y/o muy rancios, que les ayudan a ser localizadas en la noche.
Además, tienen partes florales especiales que actúan como reflectores acústicos para que los murciélagos que ecolocalizan las encuentren entre el follaje nocturno. Tanto las plantas como los murciélagos han modificado sus características para ayudarse mutuamente. Si esto no es amor, no sabría cómo llamarlo.
Los murciélagos polinizadores por lo regular son muy ligeros y pueden mantenerse en vuelo por sus alas. También tienen una lengua enorme que supera en tamaño al resto de su cuerpo. En la lengua han nacido unas papilas, con las cuáles pueden succionar y engullir el néctar que generalmente se encuentra en la parte más profunda de las flores, así como alcanzar inflorescencias que se encuentran a grandes alturas y que solo pueden ser alcanzadas por seres con alas.
A cambio del néctar, los murciélagos polinizadores tienen que llevar el polen a otras plantas realizando la polinización. Para esto, las plantas desarrollan estructuras para empolvar literalmente la cabeza del murciélago y que éste pueda recorrer en una noche varias plantas realizando la polinización.
Los murciélagos generalmente polinizan a las agaváceas, de las cuáles se produce mezcal, pulque y tequila. Se obtiene una gran derrama económica en México por éstos productos. También son responsables de la producción del Durián en Tailandia. Anualmente generan una derrama económica de 50 millones de dólares. Si te siguen pareciendo feos los murciélagos, lo podemos discutir con un helado de tequila o una buena margarita.
Osiris Gaona
Académica del Instituto de Ecología, UNAM
Correo-e: [email protected]