Inundaciones en una ciudad desigual
Alicia Ziccardi y Arsenio González
La terrible inundación de Chalco que dio inicio la noche del 2 de agosto del presente año mantuvo a varias colonias bajo las aguas negras y pluviales durante 34 días. Esta grave situación representa un colapso muy localizado y acotado del modelo hidráulico sobre el cual se encuentra construida la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM).
Este hecho hizo que la vida de las personas que habitan en las colonias Culturas de México y Jacalones 1 y 2 se detuviera durante más de un mes. Esta insalubre y trágica situación no puede atribuirse solamente a una combinación de dificultades técnicas ni a un puntual desafío ingenieril.
La demora en la resolución de la grave situación sanitaria, económica y social en la que quedaron las familias de estas colonias puso en cuestión el cumplimiento del derecho humano al agua, al saneamiento y a vivir en un medio ambiente saludable.
Esta situación tiene profundas causas históricas, sociales y estructurales y en gran medida es producto de las grandes desigualdades urbanas que signan nuestras ciudades.
La ZMVM presenta un patrón de urbanización caracterizado por una expansión territorial dispersa y difusa conformada por periferias cada vez más lejanas, procesos de segregación, un marcado acceso diferencial a bienes y servicios urbanos básicos y una fuerte fragmentación territorial que impide que la ciudad cumpla con una de sus principales funciones que es la de ser un mecanismo de integración social.
Así, el crecimiento poblacional de la ZMVM de las últimas décadas fue producto de un poblamiento diferencial entre el poniente y el oriente de la cuenca. Un poniente habitado, principalmente pero no exclusivamente, por sectores de clase alta y media, que viven en enclaves como Santa Fe o Huixquilucan, con viviendas de lujo, adecuados equipamientos urbanos y servicios públicos.
Y un oriente habitado por sectores populares que viven en colonias con marcados déficits en el acceso y calidad de equipamientos, infraestructuras y servicios públicos. Es precisamente en esta zona donde se localizan las colonias del municipio metropolitano de Chalco que se vieron seriamente afectadas por las inundaciones recientes, debiendo soportar condiciones de vida inaceptables como es vivir durante varias semanas con aguas negras dentro de sus casas y en las calles.
Las desigualdades urbanas no responden a la acción de la naturaleza o del cambio climático, sino a una lógica institucional que impulsó y/o toleró procesos de ocupación del territorio sin asumir su responsabilidad en la provisión y mantenimiento de infraestructuras urbanas básicas, como es el caso del drenaje y los sistemas de recolección de basura.
Por otra parte, cuando esta acción gubernamental se realiza sin que prevalezcan criterios de equidad que garanticen el ejercicio efectivo del derecho a la ciudad para el conjunto de la ciudadanía, se activa un mecanismo generador de grandes desigualdades urbanas que amplifican las desigualdades estructurales que caracterizan a la heterogénea población que habita el Valle de México.
El escenario catastrófico vivido recientemente por los que menos tienen no es nuevo, ni surgió en los sexenios de los gobiernos neoliberales, aunque es verdad que su inacción contribuyó a agravarlo. Es mucho más antiguo porque la ZMVM se encuentra extendida sobre los lechos del sistema lacustre que empezó a ser desecado en 1607 con el Tajo de Nochistongo.
Cuatro siglos de obras hidráulicas evacuaron los lagos y los ríos de esta cuenca hacia la vecina cuenca del río Tula. El Gran Canal del Desagüe, el Drenaje Profundo y el Túnel Emisor Oriente forman parte de una red de colectores y emisores que, junto con presas y vasos de regulación, permiten que este valle no se encuentre en gran medida debajo del agua.
Ese patrón de urbanización de ciudad dispersa de la capital del país y su zona conurbada fue y es posible gracias a una enorme infraestructura que expulsa el agua y mantiene a la ciudad artificialmente seca e incluso casi árida.
Sin embargo, esta red requiere de mantenimiento y de supervisión constante ya que cada temporada de lluvias es sometida a duras pruebas, sobre todo ante los cambios en los patrones de la lluvia provocados por el cambio climático, lo cual se agrava en un contexto institucional de escasez de recursos asignados a estas políticas urbanas y ambientales.
Por ello puede decirse que las inundaciones del 2024 son la crónica de una tragedia anunciada ya que existían antecedentes. En el año 2000 se reventó el canal de La Compañía y se inundaron varias colonias de Ixtapaluca.
El gobierno actuó para entubar dicho canal, obra que no se realizó por completo a pesar de las denuncias y quejas ciudadanas que preveían otro desastre, el cual ocurrió el 4 de febrero de 2010 cuando volvió a quebrarse el canal de La Compañía y se generó una inundación de aguas negras que alcanzó los dos metros de altura y cortó la circulación de la autopista México-Puebla, dejando a un amplio número de familias damnificadas en los municipios de Chalco, Valle de Chalco y Nezahualcóyotl.
En ambos desastres la ciudadanía se movilizó para exigir apoyo gubernamental. En 2010 se emitió la declaratoria de zona de desastre y eso posibilitó aplicar los recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden). En ambas inundaciones el fideicomiso 1928 aportó recursos para realizar, entre otras acciones, 42 obras hidráulicas prioritarias, trabajos de desazolve, rectificación de cauces, nuevas conducciones y plantas de bombeo para disminuir el riesgo de futuras inundaciones, lo cual fue claramente insuficiente.
En el colapso de agosto y septiembre de este año, a pesar de la maquinaria que el gobierno federal y los gobiernos de la Ciudad de México y del estado de México concentraron para extraer 245 toneladas de azolve y basura del colector fracturado y con una contrapendiente de 2.20 metros, ocasionada por los hundimientos diferenciales, la tarea de desaguar las colonias inundadas no fue fácil.
La imposibilidad o incapacidad de drenar la zona durante poco más de un mes nos pone ante el espejo de lo que sucedería en el resto de la ciudad si otros colectores y emisores no reciben desazolve y mantenimiento preventivo.
Quedan preguntas sobre la rapidez con la que se entendió la gravedad del desastre y la agilidad con la que confluyeron todos los apoyos que se requieren, por protocolo, para atender un desastre. Quedan preguntas sobre la disponibilidad de fondos tanto para atender la emergencia como para invertir en la infraestructura que proteja al oriente de la ciudad a largo plazo.
Evidentemente, además de reforzar el sistema hidráulico, es indispensable fortalecer una estrategia de gestión integrada de cuenca, reforestando las partes altas, recuperando los lagos de Chalco y Texcoco, manteniendo vasos reguladores, entre otras muchas medidas integrales para coexistir de manera sostenible con el agua que regresa y regresará a sus cauces y lechos sobre los que se extiende esta ciudad desigual.
Alicia Ziccardi
Instituto de Investigaciones Sociales UNAM
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Arsenio González
Instituto Dr. José María Luis Mora
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