Mal manejo del agua en el Valle de México
Ariana Mendoza Fragoso y Francisco Javier Peña de Paz
Cada temporada de lluvias las inundaciones de aguas residuales y pluviales en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) arrasan con patrimonios familiares, negocios locales, dejan a las personas con infecciones y sin poder asistir a la escuela o al trabajo por semanas. Aunque recientemente se han inundado lugares que antes no lo hacían, tal fue el caso de colonias en la alcaldía Álvaro Obregón este año.
La situación afecta casi siempre a las mismas poblaciones, aquellas asentadas en la periferia norte y oriente, zonas con una gran densidad poblacional y quienes además tienen una alta vulnerabilidad socioeconómica.
Los encharcamientos de las vialidades, por otra parte, son cada vez más caóticos, intensifican los ya de por sí extenuantes tiempos de viaje de los habitantes de la metrópoli.
No obstante, más que ser tratados como un serio síntoma de la crisis que la ZMVM enfrenta, en la opinión pública estos acontecimientos solo son relatos trágicos, motivo de compasión o incluso objetos de broma y de memes en las redes sociales.
Las explicaciones y percepciones de las inundaciones, tanto por parte de las autoridades como de los medios de comunicación y los habitantes, navegan entre infortunios de la naturaleza, consecuencia de las “formas de vida” en los barrios populares o una condena a pagar por habitar sobre lo que antes fueron lagos.
Una vez retirada el agua y los lodos de las inundaciones y encharcamientos; una vez remendado el socavón, las calles y las personas vuelven a la “normalidad”, las autoridades y el interés público se disipan, también los memes.
Frente a la normalización de las inundaciones que suceden en la ZMVM o fuera de, pero provocadas por el desalojo de aguas de la metrópoli, este número cuestiona que éstas sean solo manifestaciones violentas de la naturaleza o resultado únicamente de dificultades técnicas. Frente a la predominancia y el reduccionismo de las explicaciones clasistas, los textos aquí presentados nos muestran a las inundaciones como un tema profundamente político, resultado y expresión de las desigualdades urbanas.
Como pocos procesos, este ciclo de inundaciones muestra con nitidez la politización territorial. La periferia social solo importa en pequeños tiempos coyunturales, pero nunca conmueve como para que se modifiquen los cimientos de los grupos de interés y de poder.
Incluso parece no conmover lo suficiente a la propia ciudadanía de la democrática Ciudad de México (CDMX), para otros asuntos siempre solidaria y a la izquierda.
Los textos compilados que ahora se publican en La Jornada Ecológica son fruto de reflexiones y análisis de largo aliento de investigadoras e investigadores dedicados al estudio crítico y profundo del crecimiento de la ciudad, su paradigma hidráulico, así como de las causas, consecuencias y el manejo de las inundaciones en la ZMVM.
Alicia Ziccardi y Arsenio González, así como Dean Chahim, abordan la inundación que sufrieron en agosto del presente año las colonias Culturas de México y Jacalones 1 y 2 en Chalco. Francisco Peña expone y problematiza la trágica inundación del 6 y 7 de septiembre de 2021 en Tula de Allende, Hidalgo, trazando su relación con el desalojo de las aguas residuales de la ZMVM.
Óscar A. Castillo y quien suscribe esta presentación, nos abocamos, en textos distintos, a dar un panorama de las inundaciones y hundimientos que se reiteran a cada año en Ecatepec de Morelos, estado de México.
De particular importancia es el texto de Edith Guzmán y María Teresa Pérez, damnificadas de la inundación de 2021 en Tula, Hidalgo, y dirigentes de la Unión Todos Somos Tula. De igual relevancia es la aportación de Abraham González, damnificado de la inundación del 27 de junio del presente año en la unidad Rancho San Blas, en Cuautitlán, estado de México.
Estas tres últimas contribuciones, a manera de testimonios, pero con una importante densidad analítica, muestran lo que es sufrir en carne propia una inundación repentina y las consecuencias que permanecen, la tranquilidad que la inundación arrebata junto a los bienes materiales.
Así, el valor especial de estas tres contribuciones es que las y los protagonistas relatan “el tiempo de la emergencia” gobernado por los ritmos del Estado, cuyas instituciones dictan cuando debe considerarse el “regreso a la normalidad”, pero no lo confunden con el ciclo largo del desastre que viven.
Para las poblaciones locales significa constatar que la tragedia regresará, que es parte de su ciclo de vida y componente territorial por las decisiones que se han tomado y se siguen tomando sin consultarles. En rigor, para la vida local la emergencia nunca termina.
Cada una de estas inundaciones tiene sus particularidades, pero en conjunto, logran mostrar que, en el fondo, éstas –y muchas otras– son resultado de un problema más profundo: responden al paradigma hidráulico de desalojo y extracción intensiva de aguas que ha permitido el crecimiento desenfrenado de la urbanización y sobre el que se ha construido la ZMVM.
La historia de cómo la metrópoli se fue convirtiendo en un gran monstruo creciente, cada vez más sediento, que a la vez expulsa cada vez más cantidad de aguas, es el nodo que articula los planteamientos vertidos en los distintos textos.
En cada uno se puntualizan y matizan algunos aspectos de este modelo hidráulico, el cual tiene una larga historia: se origina en el siglo XVII, pero se intensifica a partir de la última mitad del siglo XX. Un paradigma que ha sido y sigue siendo disputado.
Los trabajos reunidos aquí permiten comprender, de manera articulada, desastres por inundaciones y hundimientos que, de otra manera, dispersos en proyectos de investigación y notas periodísticas, sería muy difícil pensar como relacionados entre sí. Este esfuerzo alienta a colaboraciones de más largo aliento y entre distintos actores, donde los gobiernos de todos los niveles son fundamentales, para atacar la problemática más allá del punto de vista técnico e ingenieril.
Algunos de los compromisos que recientemente manifestó la presidenta Claudia Sheinbaum al tomar posesión de su cargo están vinculados directamente con el abastecimiento y saneamiento del agua. Especialmente, en los puntos 50, 92, 94 y 99 resaltó su compromiso con el norte y oriente de la ZMVM, así como con la región de Tula, Hidalgo en relación con el tema del agua y su infraestructura.
Por su parte, Clara Brugada, la jefa de Gobierno de la CDMX, recientemente instaló el Gabinete del Agua, un organismo que busca articular a distintos niveles y ámbitos del gobierno para resolver la crisis hídrica de su demarcación.
Las contribuciones reunidas aquí se encuentran en sintonía con estas iniciativas que se plantean como los cimientos del “segundo piso de la cuarta transformación”. Esto, en cuanto a la intención que han transmitido de construir una salida a través de la democratización metropolitana.
Pero, si estás propuestas no sostienen un genuino interés ambiental; si no se replantean de fondo el modelo de crecimiento desmedido de la ciudad y su acompañante paradigma hidráulico de desalojo intensivo de agua, como bien lo planteó Iván Restrepo hace un par de meses en su habitual colaboración de los lunes en La Jornada: “ese segundo piso seguirá llenándose de aguas negras en Chalco, Ecatepec, Cuautitlán, [Tula]…”
La CDMX debe dar paso a una relación más horizontal con su entorno. Necesita democratizarse también “hacia afuera”. A esta salida queremos contribuir con este número; para ello también será importante contar con los habitantes de la CDMX para impulsar a su gobierno a la audacia de promover proyectos hidráulicos de interés común, no centralista, en una metrópoli donde tanta falta hace el agua y tanto daño hace en los lugares a donde ésta se expulsa.
Ariana Mendoza Fragoso
Instituto de Investigaciones Sociales UNAM
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Francisco Javier Peña de Paz
El Colegio de San Luis
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