Cine que deja huella en la arena y en la conciencia — ecologica
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Cine que deja huella en la arena y en la conciencia

José Flavio González Meljem y Maribel Escobedo Mondragón

Vivimos en una era en la que el conocimiento avanza con vértigo, pero no siempre logra transformar nuestra manera de habitar el mundo. Cada nuevo dato, cada avance científico, cada imagen transmitida a través de la red parecen diluirse en una corriente incesante que apenas roza la conciencia colectiva.

En este contexto, el cine documental no irrumpe: resiste. Permanece como uno de los pocos lenguajes capaces de entrelazar conocimiento y emoción, razón y memoria.

Durante tres años, caminamos las playas de México con la certeza de que contar una historia no era suficiente: había que encontrar la forma de mirar sin invadir, de comprender sin simplificar.

El documental Almas de arena nació para confrontar una pregunta que nos acompañó durante todo el rodaje: ¿cómo sostener la vocación de quienes dedican su vida a conservar, incluso cuando el mundo elige, una y otra vez, olvidar su propia dependencia de la vida que la naturaleza sostiene?

La ciencia da forma a la conservación; el cine, a su vez, puede darle una voz que atraviese el olvido. Donde el artículo científico describe, el documental permite sentir; donde la estadística enumera pérdidas, la imagen devuelve rostros, manos, territorios.

No pretende ofrecer certezas, sino exponer las huellas de nuestras elecciones sobre aquello que aún luchamos por sostener. Detrás de cada imagen que conmueve persiste un tejido de conocimientos que rara vez se ve.

Cada protocolo, cada dato de campo, cada decisión en la playa tiene un sustento silencioso: la ciencia. Sin ella, el relato sería intuición; con ella, puede convertirse en testimonio. El cine, en este camino, no reemplaza al conocimiento: lo acompaña, lo amplifica, lo humaniza.

Nuestra experiencia filmando Almas de arena nos llevó a recorrer más de cincuenta locaciones a lo largo de la península de Yucatán, Oaxaca y el Valle de México. No encontramos playas intactas. Encontramos paisajes donde la belleza resiste entre fracturas; donde lo que parecía continuidad revelaba apenas vestigios de lo que fue. Conservar ya no es preservar lo prístino: es proteger lo que sobrevive a pesar del abandono.

El monitoreo de playas de anidación no es una simple labor de registro. Es habitar un territorio donde cada acción puede decidir entre la persistencia o el silencio. Donde la soledad, la incertidumbre y la escasez acompañan decisiones que no solo afectan nidos, sino también la vida de quienes los defienden.

Muchos de esos gestos de resistencia permanecen invisibles. Pero son ellos, los tortugueros, los que permiten que, cada año, miles de crías alcancen el mar. No basta con registrar datos: es necesario narrar las vidas que hacen posible la continuidad.

Almas de arena no se detiene en la contemplación de la naturaleza: se adentra en el pulso humano que la sostiene. En un tiempo donde la conservación se ofrece como postal o como consigna, elegimos mostrar la fatiga, la renuncia y la fe de quienes entienden que amar a la naturaleza es también confrontar su vulnerabilidad –y la nuestra.

Aunque Almas de arena se centra en México, sus ecos atraviesan fronteras. La presión turística, la contaminación marina, el saqueo y la crisis climática no son heridas locales, sino síntomas de un deterioro que no reconoce fronteras.

La dificultad no estuvo en capturar momentos extraordinarios, sino en sostener la mirada cuando lo que teníamos delante era la rápida desaparición de aquello que alguna vez fue abundante.

El cine documental no busca dar respuestas, sino preservar las preguntas que la prisa del mundo intenta enterrar. Filmamos porque olvidar sería una forma de renunciar. Cada cría que alcanza el mar, cada rastro que se borra en la arena, cada tortuga que deja su nido es un acto mínimo de resistencia contra el olvido.

Tal vez, al sostener la mirada sobre lo que está en riesgo, podamos reconocer la magnitud de lo que hemos perdido, y decidir, aunque sea tarde, a qué todavía estamos dispuestos a responder. Cuidar es sostener la ruina, sabiendo que en ella persiste aún la semilla de todo lo que sí importa.

José Flavio González Meljem1
y Maribel Escobedo Mondragón1,2
1Yucatec, Diving, and Conservation, SA de CV
2Departamento de Etología, Fauna Silvestre y Animales de Laboratorio
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, Universidad Nacional Autónoma de México.
Correo-e: [email protected]