Lilia América Albert, pionera de la toxicología medioambiental
Iván Restrepo
No tuve la fortuna de asistir como alumno a los cursos o seminarios impartidos por la doctora Lilia América Albert Palacios. Tampoco de ser parte de la Sociedad Mexicana de Toxicología, que ella fundara. Ni escribir con ella algún texto sobre los temas que domina con sabiduría.
Sin embargo, me considero privilegiado de recibir su asesoramiento y, muy especialmente, sus comentarios constructivos para mejorar los trabajos que he realizado en torno al problema creado por los agroquímicos en México desde mediados del siglo pasado. Y aclaro más: ella es una de las personas que más admiro y estimo.
A Lilia la conocí inicialmente en mis recorridos por diversas partes del país comprobando los efectos de los plaguicidas en la salud de la población expuesta y en el medio ambiente. Recababa información para un libro en el que ofrecería un panorama de ese problema. Y en las regiones visitadas, aparecían referencias de los trabajos de investigación realizados por la doctora Albert.
Poco antes de darlo para impresión a don Andrés León Quintanar, el destacado director de la editorial Océano y de Cal y Arena, apareció afortunadamente Lilia. Y me dio una clase de toxicología que me obligó a corregir y/o agregar términos, datos, conceptos. Una cátedra magistral fuera del aula. Así Naturaleza muerta. Los plagucidas en México, se publicó en 1988 y fue el primero en englobar el problema a nivel nacional y ofrecer soluciones no tóxicas. Lo reeditaría después la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, en 1993.
Al clausurar el gobierno en 1988 el Instituto Nacional de Investigación sobre Recursos Bióticos, Inireb, fundado por el doctor Arturo Gómez Pompa bajo el auspicio del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, tuve con Lilia un mayor contacto académico. Dirigía por mi parte el Centro de Ecodesarrollo, Cecodes, que fundé y presidí casi hasta su cierre.
Se incrementaría esa relación al hacer parte como asesores del área que en la CNDH encargada de atender las quejas relacionadas con el medio ambiente y la salud. La CNDH la presidía el doctor Jorge Carpizo, y gozaba entonces del respeto, no como la actual. Y el área ambiental, el doctor Fernando Cano Valle, ex director de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Varios fueron las quejas por violación de derechos humanos que nos tocó abordar. Y siempre fueron atendidas por las instancias oficiales.
Y en paralelo, hemos dado juntos diversas batallas por casos emblemáticos de tragedias humanas y ambientales por no observar las más mínimas normas legales existentes. Un ejemplo: el estallido el 3 de mayo de 1991 de las instalaciones que la empresa Agricultura Nacional de Veracruz, Anaversa, tenía en pleno centro de Córdoba, Veracruz. De esa tragedia se habla detalladamente en este número de La Jornada Ecológica.
Crearíamos después el Centro de Ecología y Desarrollo, AC, el cual publicó en 1995 dos libros de Lilia hoy inconseguibles. Los realizó con otros prestigiosos estudiosos: Sergio López-Moreno y Julio Flores. El primero fue el Diccionario de la contaminación (156 págs.) y el segundo La contaminación y sus efectos en la salud y el ambiente (261 págs.). Ambos merecen reeditarse y entregarse a las bibliotecas de las escuelas pues no han perdido vigencia. Y más ahora que el gobierno regala libros por doquier.
En este número homenaje a una investigadora excepcional, una de las más destacadas de América Latina, los lectores se darán cuenta de sus aportaciones al conocimiento de los problemas que ocasionan los agroquímicos en el país. Y sabrá, además, por qué el desdén oficial hacia su obra, marcada siempre por la crítica constructiva, pero severa, a quienes desde el gobierno tienen la obligación constitucional de garantizar el derecho humano a la salud y a disfrutar un medio ambiente sano.
Y también el ninguneo de los grupos caciquiles y mafiosos que se conceden entre sí becas, ascensos académicos y distinciones. Por fortuna, ella tiene el reconocimiento de sus innumerables amigos, colegas y de los grupos ciudadanos a los que ha defendido y aportado sus conocimientos.
Iván Restrepo
Director general de La Jornada Ecológica
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